Siempre me ha
gustado mucho la economía política, la he estudiado bastante, y en
Italia tuve la suerte de incorporarme a algunos cursos muy
importantes. Siempre pensé que los italianos tienen los mejores
economistas, de otro modo no podrían vivir sesenta millones de
italianos en 450.000 kilómetros cuadrados... ¡y vivir bien!.
Me
ubiqué en Italia entonces. Allí estaba sucediendo una cosa, se
estaba haciendo un experimento: era el primer socialismo nacional que
aparecía en el mundo. No entro a juzgar los medios de ejecución,
que podrían ser defectuosos. Pero lo importante era esto: un mundo
ya dividido en imperialismos, ya flotantes, y un tercero en discordia
que dice: Para mí, ese experimento tenía un gran valor histórico.
De alguna manera, uno ya estaba intuitivamente metido en el futuro,
estaba viendo que consecuencias tendría ese proceso...
Allí me aclararon muchas cosas en materia de economía
política, porque ellos estaban haciendo una vivisección del sistema
capitalista. Todos los trucos del sistema los tenían bien
estudiados. Todo eso me aclaró mucho el panorama, y pude ver el
proceso europeo sin ningún prejuicio. Porque en tiempos de paz, hay
como una bruma del convencionalismo pacifista que oscurece el
panorama; pero cuando se declarar la guerra, todo aparece descarnado
en sus intereses, sus dramas y pequeñas y grandes cosas. Y eso
fue lo que yo vi en Europa.
Cuando
llegué a Italia, me encontré en Turín con un curso de organización
pura, que duraba seis meses, ligado a otra materia; y después en
Milán, con uno de organización aplicada que duraba otros seis
meses, ligado a otra serie de materias. Lo primero que se me ocurrió
preguntar a los jerarcas de allí fue por qué estudiaban tanta
organización. Me respondieron: "porque nosotros estamos en un momento
de evolución, en que todo está desorganizado, y, como estamos
reestructurando, lo lógico es enseñar a nuestros hombres
organización". Yo pensé que a nosotros, que desde hacía cien años
estábamos desorganizados, no se nos ocurría estudiar para
organizarnos.
De regreso a la Argentina me dediqué a dar conferencias para transmitir su experiencia. Tenía un
panorama totalmente claro sobre lo que estaba ocurriendo en el mundo.
No se trataba sólo de una guerra mundial: la historia seguía a
través de esa guerra y había un proceso de evolución que - tan
pronto terminara ese conflicto (cuyo fin era fácil de prever) -
tendría que seguir su curso. Llegué pues, con una mentalidad hecha
sobre la observación directa. Yo sabía que en nuestro país las
cosas repiten, diez o quince años, lo que ha sucedido en Europa.
Porque Europa será por los siglos la cabeza y el centro del mundo;
los norteamericanos tendrán un mayor adelanto científico o técnico
pero, sin duda, el proceso humanista pasa por acá, por Europa.
Cuando terminé esa serie de conferencias, resultó que para
el sector cavernícola que siempre tienen los ejércitos, yo era una
especie de nihilista, ¡un socialista que llevaba una bomba en cada
mano! Pero yo había dicho la verdad, tal como la veía, a un núcleo
de oficiales que presentaba un formación cultural un poco mayor que
el horizonte medio, digamos, del oficial que no ve mucho.
Como
consecuencia de eso fui a parar a Mendoza, como director del Centro
de Instrucción de Montaña: una forma de sacarme de Buenos Aires.
Estuve la mayor parte de 1941 en Mendoza.
No podían hacer otra cosa que destinarme nuevamente, pues había podido solucionar el problema del lector de tarjetas en Ubuntu. Indudablemente este era un problema que no sólo aquejaba a los Argentinos, muchos en el mundo sufrían el hecho de que a veces el lector no "montara" las tarjetas de memoria, tal como es su cometido original.
Desde el punto de vista del hardware no es tan cosa. La lógica principal es una simple plaqueta atornillada a un chassis de 3 1/2 pulgadas, construido en chapa de aluminio. Porta un LED verde de actividad que queda encendido al hacer masa con una tarjeta, y parpadea cuando hay actividad de lectoescritura. Asimismo, un cable con un conector de 8 pines está destinado a conectarlo a un puerto USB2 de nuestra placa madre.
Todo el conjunto guarda similar tamaño y disposición que una antigua diskettera de 3 1/2". Simplemente hay que colocarlo en una bahía correspondiente en el gabinete, ajustarlo con 4 tornillos, y conectar la ficha del cable de conexión a uno de los conectores USB1 o USB2 de la placa madre.
El uso del lector es sencillo. Cada ranura será identificada por la BIOS del sistema como un dispositivo independiente, con lo que podremos copiar información hasta entre tres tarjetas de distinto tipo conectadas al lector.
El problema radica cuando insertamos una tarjeta y la luz de conexión verde del lector se enciende, pero aún así la tarjeta no es "montada" por el sistema, y Ubuntu no nos presenta en pantalla el contenido de la misma. Este problema puede suceder específicamente con algunas tarjetas (por ejemplo, las cada vez más extendidas tarjetas SDHC MicroSD con adaptador).
Afortunadamente la solución del problema es extremadamente simple, y consiste en instalar o reinstalar el paquete udisks2.
Para descartar inconvenientes, conviene saber exactamente cuál versión del lector tenemos en nuestro sistemas, pues hay otras versiones como la muy extendida MRW62U, que además de una ranura para tarjetas XD adicional, incluye además un conector USB frontal. Por otro lado, existen gran variedad de genéricos comercializados bajo la marca Noganet, Manhattan, Ken Brown, etc, derivados del mismo.
Para conocer con exactitud el modelo de lector de tarjeta tenemos, podremos utilizar nuestra Terminal de sistema. Para ello abrimos una con Ctrl+Alt+T e ingresamos:
lsusb
...este comando nos devolverá un listado de los componentes conectados al bus serie universal de nuestro sistema, y entre ellos debería listar por ejemplo:
ID 054c:01bd Sony Corp. MRW62E Multi-Card Reader/Writer
Acto seguido, ingresamos a la Terminal los siguientes comandos de organización necesarios para instalar o reinstalar el paquete udisks2. Lo hacemos con:
sudo apt-get update ;
sudo apt-get install --reinstall udisks2 ;
Conforme hacemos esto y reiniciamos nuestra sesión de usuario, ahora las
tarjetas deberían leerse adecuadamente al conectarlas al lector. Tras unos breves instantes en nuestro Escritorio debería aparecer el ícono de la misma.
Otra solución
En otros casos, ciertos lectores de tarjetas (por ejemplo, los incorporados en muchas laptops o netbooks), requieren cargar dureante el inicio del sistema un módulo llamado ti_fm_sd para poder automontar las tarjetas Secure Digital SD.
Para hacer ello creamos un respaldo del archivo de módulos con:
sudo cp /etc/modules /etc/modules.bak
...y luego editamos el archivo con:
sudo nano /etc/modules
Se abrirá en nuestra Terminal el editor GNU Nano un archivo que ya debería tener contenido. Al final del mismo agregamos la siguiente línea:
tifm_sd
...finalmente guardamos el archivo con Ctrl+o y salimos del editor GNU Nano con Ctrl+x. Para que surta efecto, hemos de reiniciar el sistema con:sudo reboot
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